PRIMERA CRÓNICA DE LA SEGUNDA PARTE
Detrás de toda convulsión social, detrás de todo movimiento de masas hay que buscar sin duda, las
causas económicas. El malestar económico provoca las sacudidas sociales o a veces apresura el proceso
histórico y acelera los acontecimientos.
Desde la dictadura de Primo de Rivera, España ha visto agravarse progresivamente sus problemas. La
República del 14 de Abril, como se ha dicho, a pesar de la reforma agraria, las leyes obreras que votó, los jurados mixtos, las confiscaciones parciales, etc., no pudo solucionarlos, no digo totalmente que ya es mucho pedir sin cambio fundamental de sistema, pero por lo menos en gran parte. Y si bien es cierto que el movimiento de octubre se produjo a raíz de la incorporación al Gabinete de tres ministros de la C.E.D.A., también es cierto que por otro lado, se produjo porque las masas productoras veían que la crisis y su secuela -desocupación, rebaja de salarios, estándar de vida cada vez más bajo- amenazaban con hundirlas en la desesperación. La incorporación de tres ministros cedistas repugnaba a la España republicana y la crisis asustaba a la España productora. Por eso más tarde, cuando se formó el poderoso Frente Popular,muy pocas organizaciones obreras, casi ninguna puede decirse, a pesar de las órdenes impartidas por los jefes anarcosindicalistas, quedaron al margen del gran bloque izquierdista.Todos comprendieron que el programa mínimo del pacto, de cumplirse, elevaría algo, poca cosa, pero algo, el nivel de vida de los trabajadores.
Hasta ahora debemos confesar que el pacto viene cumpliéndose. Ya han entregado tierras a miles de
campesinos y Azaña ha asegurado que dentro de poco sumarán trescientos mil los favorecidos. Han vuelto a poner en vigor la ley de reforma agraria. Han confiscado definitivamente los bienes monárquicos y los de los jesuitas. Sin contar las medidas de carácter político: amnistía, ilegalidad del fascismo, etc. Pero el gobierno actual se encontrará pronto en una encrucijada, porque todo ello no resolverá los grandes problemas. Por eso se insiste en España, sobre todo en los medios obreros de extrema izquierda, en que la revolución iniciada en octubre de 1934 continúa...
Se suele decir del español que es el "hombre del café", teoría un tanto falsa porque, si bien es cierto que se hace mucha vida de café y de taberna en España, también es cierto que el español ha demostrado ser muchas veces el "hombre de la calle".
En los bares del centro y en las tabernas de los suburbios de Madrid, mientras yo permanecí en la capital, aumentaron las "peñas". Se explica. La calle había pasado a pertenecer a los guardias de asalto. Pero el "hombre del café" y el "hombre de la taberna" hablaban en ese entonces más de política que de otra cosa.
Asumían una actitud de crítica. Hacían correr noticias que la censura tachaba en los diarios. Polemizaban para llegar a un acuerdo. Hablaban de unión, de futuras y posibles revoluciones, de posibilidades. Vivían la realidad dramática, hondamente preocupados por su destino y el destino de España.
Desde las "peñas" del viejo y famoso Ateneo de Madrid a las de la última taberna del barrio de Vallecas, la conversación giraba alrededor de estas palabras: Las próximas elecciones...
Me acerqué más al "hombre de la taberna" que al "hombre del café". El "hombre de la taberna" es,
generalmente, un obrero. Tiene más instinto. Puede decirse que pocas veces se equivoca. Suele hablar sin rodeos. Hay más nobleza en su vida; y su vida es más útil.Tiene sentido de clase.
Solía yo frecuentar una pintoresca taberna cercana a la plazuela de Santo Domingo. Una de las más viejas tabernas de Madrid. A veces, al quedarme solo, algún parroquiano que me conocía de vista se acercaba a hablarme. Esto ocurre con frecuencia en Madrid, que es la capital de la cordialidad.
El elemento que acude a altas horas de la noche no es hampón ni nada que se le parezca, es simplemente
elemento obrero (el lumper concurre a otros sitios). Se trata de mecánicos, chóferes y camareros de bares que cierran hacia las dos de la madrugada. Considero importante, para que se vea en qué situación se hallaba, y se halla, el obrero en España, recordar aquí algunas de esas conversaciones, sostenidas entre vaso y vaso de vino valdepeñero.
El "hombre de la taberna" habla más de política que de toros, más de revueltas que de coplas, aunque no ha olvidado la poesía. Porque el "hombre de la taberna" en España, tiene un instinto poético admirable.
Antonio Machado, Rafael Alberti o Federico García Lorca no me dejarán mentir.
Francisco era chofer. No hacía mucho que trabajaba en Madrid. Había venido de Barcelona y había residido en esa ciudad varios años. Era un sindicalista rabioso, pero la noche siguiente al mitin de Azaña lo encontré cambiado.
-¿Sabe usted, me dijo, que lo de ayer ha sido muy grande?
-Sí, lo sé. Medio millón de personas...
-No es por eso, me respondió, es por otra cosa...
-Veamos.
-Dicen que don Manuel fue felicitado al llegar por la noche al Ateneo. Alguien le dijo: "¡Qué bien ha estado lo de hoy, don Manuel!". A lo que él respondió: "Sí, éramos tres mil republicanos, y el resto, socialistas, comunistas y anarquistas..."
-Es que, prosiguió mi amigo, fue un espectáculo de unidad obrera. Aunque los jefes de la C.N.T.
(Confederación Nacional del Trabajo controlada por anarcosindicalistas) impartieron la orden de no concurrir, yo he visto a muchos camaradas levantando el puño junto a los socialistas y comunistas. Comprendí entonces, ante el grandioso espectáculo que ofrecía el campo de Comillas, que la unidad obrera se impone y que sólo con la unidad obrera conseguiremos elevar el nivel de vida del obrero y del campesino en España, así como fortalecer el Frente Popular de que se habla, que sería la primera etapa hacia la completa transformación económica y social de España...
-¿Cree usted que los anarquistas...?
-Ellos y los anarcosindicalistas, me interrumpió, y todas aquellas agrupaciones en disidencia con la U.G.T. (Unión General de Trabajadores, controlada por los socialistas de Largo Caballero) y con el Partido Comunista, que ya está de acuerdo con Largo Caballero, deben abandonar los antiguos métodos, violentos siempre, aislados, un tanto románticos. No se puede negar que el anarquismo tiene una gloriosa tradición de lucha. Pero, ¿qué ha conseguido? Ayer mismo me decía un camarada de la F.A.I. (Federación Anarquista Ibérica): "Todo el mundo habla de octubre, del levantamiento de los mineros socialistas y comunistas, con devoción, y todo el mundo reprocha a los jefes anarquistas que se hayan quedado en casa... Ahora sé que hay razón en el reproche. Nuestros jefes no nos ordenaron empuñar las armas para pelear junto a los otros camaradas. ¿No te avergüenza un poco eso si te acuerdas del Noi del Sucre y de todos los camaradas caídos desde la época de la reina Cristina hasta los días sombríos de Martínez Anido en tantos años de tradición revolucionaria?" Y yo vi claro. Y veo claro. Veo que sólo
unidos los obreros conseguirán lo que se proponen. Unidos y valiéndose de medios científicos, claro está, medios que ofrecen las organizaciones con programas definidos, los partidos marxistas.
Lo demás es romanticismo, anarquismo individualista delirante...
-Si triunfa el Frente Popular, ¿cree usted que se hará el Frente Proletario?
-Tácitamente ya está hecho. Creo que sí. Que se fortalecerá, porque la Revolución que estamos viviendo
desde el año 31, con altos y bajos, no terminará con el triunfo del Frente Popular.Tal vez comience realmente en el momento en que las izquierdas vuelvan al poder.
Francisco no se equivocaba.
El "hombre de la taberna" no se equivoca casi nunca.
El castellanísimo poeta León Felipe que, como yo, gustaba charlar en las tabernas con los hombres del
pueblo y se quedaba horas enteras oyendo discusiones entre obreros, me presentó a un antiguo dirigente
de la F.A.I. muy informado acerca del movimiento de masas en la Península.
-¿Quiénes son los que se encuentran en peores condiciones para la lucha en España?, le pregunté una
noche.
-Todos, me respondió, se encuentran ahora en malas condiciones, pero si insiste usted le diré que los
campesinos sufren más que los obreros y entre las masas campesinas, las de Andalucía y las de Extremadura son las que sufren más. Esos sufrimientos, pésimas condiciones de trabajo, salarios de hambre, despojos, se han visto agravados ahora por la represión de parte del Gobierno, que ahoga toda huelga y por los parados. Los parados en Andalucía alcanzan ya un número fantástico.
-¿Y en el resto de España?...
-Hay muchos parados en Cataluña, en Bilbao, aquí, en Madrid.
-¿Dónde están, según usted, los núcleos obreros más preparados para la lucha?
-En las grandes ciudades, como ocurre en todo el mundo. En Barcelona, Bilbao, Madrid,Valencia. Por eso los movimientos obreros, en esas ciudades, han sido siempre mejor llevados. Allí donde las condiciones sociales de vida son más deplorables, la capacidad de lucha del obrero y el campesino es muy inferior. Pero esto no puede durar.
Creo, por lo mismo, que hay que volver a la táctica de las conquistas inmediatas.Ya ve usted lo ocurrido en octubre del año pasado en Asturias. No puede decirse que las condiciones de vida del minero en Asturias sean inferiores a las del resto de España. En Andalucía y en Castilla, el campesino y el obrero viven peor; y peor aún en Extremadura.
Aunque el oficio de minero es muy riesgoso, por los constantes derrumbamientos, explosiones, etc., ganan más que un jornalero de Madrid. Sin embargo, se lanzaron a la lucha. ¿Por qué? Por muchas razones. Incluso porque, justamente, no se les paga lo que merecen y se les envía, a veces, a la muerte por no incurrir en gastos. Pero, sobre todo, por una razón: porque ya tienen conciencia de clase. Lo han demostrado.
-¿Sólo ellos?
-En Barcelona, en Sevilla, en Madrid, en Bilbao, los obreros tienen también conciencia de clase. Agregue a ello que cada día hay más parados, que los salarios se rebajan, que cinco pesetas ya no bastan para un día de alimento de una familia, y piense que todo ello forma un clima especial, despierta a los hombres, los une, los excita, los provoca.Yo creo que con un simple cambio de gobierno no se
-¿Y cómo solucionaría usted, más o menos, el problema?
-Habrá que dar tierra a los campesinos; habrá que terminar con los latifundios; habrá que terminar con la especulación, con las grandes fortunas tipo March; habrá, en una palabra, que confiscar y abolir, repartir y crear, transformar, pues, social y económicamente a España.Todo esto no se hará en un día; pero se hará. Creo que el problema de la tierra es el más importante. De la tierra viene todo... Los yunteros extremeños, los braceros de Andalucía, los campesinos de toda España viven, y usted lo verá si observa bien, en la peor de las miserias.
El antiguo dirigente no exageraba. El golpe dado por las derechas a la reforma agraria, como lo demostró, entre otros, Don Marcelino Domingo, había agravado la situación del campesino.A mi paso por Andalucía, por Aragón y en mis escapadas a ciertos lugares de Castilla, no necesité indagar mucho para comprobar la desocupación, el hambre, la angustia de los hombres de la tierra.Y cuando esta tierra es como la de Castilla, parda, seca, dura, casi indomable, el drama se hace más hondo y más patético.
Y un oscuro grito partía, parte, de la tierra española.
A mediados de 1935, a ocho meses del levantamiento de octubre, se calculaban en setecientos mil parados en España, sin contar los "represaliados" (obreros que quedaron sin trabajo en Asturias, Madrid, Barcelona otros puntos, por haber intervenido en el movimiento). Por ese tiempo anoté en la libreta de apuntes:
“En las carnicerías se vende la carne por gramos. El jamón es un lujo en el país del jamón. La mantequilla es carísima y no existe la grasa. Sólo el vino me parece barato y bueno. El pueblo se alimenta mal y viste mal. Un "bife" minúsculo cuesta una peseta con veinticinco céntimos en la carnicería.” Tal era la situación.
¿Y en el campo? ¿Y la desocupación en el campo?
Mi amigo, el poeta Miguel Hernández, que había salido varias veces en las Misiones Pedagógicas, observó de cerca la tragedia campesina en momentos en que la desocupación aumentaba.
-Hay muchos obreros parados en las ciudades, me dijo, pero en el campo es más pavoroso el problema.
Y escribió en la revista "Línea", que hacíamos en Madrid un grupo de escritores:
"Antonio tenía un jornal de siete pesetas. Para cobrarlo trabajaba desde las dos y media o las tres de la mañana hasta las diez de la noche. Diecinueve horas y media de jornada, dos de taberna y dos y media de mujer y sueño". arreglarán las cosas.
Antonio era un campesino de una aldea castellana, amigo de Miguel.Volvió a verlo; y he aquí la tragedia de Antonio y la de tantos Antonios de España.
Doy la palabra a Miguel:
"El invierno es el verdugo del campo. Sus hombres lo ven llegar con el corazón encogido. Antonio es una de sus víctimas. Lo he vuelto a ver en este otoño. Estaba en la taberna con ocho jornaleros más. Los nueve, parados. Con el puño en la barba y un cigarro de hojas secas en los labios, esperan ya varios días que alguien entre y diga: "Tengo trabajo para ti". Antonio está más flaco, su voz no es la misma de este verano, sus ojos se han puesto hondos y
tristes. El invierno empieza su faena de hambre".
Miguel Hernández es uno de los que han escuchado el oscuro grito de la tierra de España. Hace poco, antes de las elecciones, me escribió una carta en la que me decía:
-En una de mis andanzas por campos de Castilla fui detenido por una pareja de guardias civiles y
apaleado alevosamente en el cuartelillo, ¡por no llevar documentos!
Posteriormente, los Machado, Juan Ramón Jiménez, Alberti, Neruda, García Lorca y otros poetas
protestaron por este atropello. Miguel Hernández, brillante poeta joven, tiene un corazón tierno y
generoso. Pero no ha perdonado. Su carta, un poco amarga, revelaba sin embargo, un firme deseo de lucha.
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